Nos contaba un vecino el otro día que Lavapiés había sido un lugar refugio para lesbianas en Madrid a pricipios del siglo XX. Al parecer, venían al barrio al calor y el amparo de las cigarreras, así como del movimiento obrero y feminista que generaron en torno a la fábrica Tabacalera de la calle Embajadores.
Ya sabíamos que las cigarreras se organizaban ya desde mediados del XIX para mejorar sus tremendas condiciones laborales. Sabíamos que fueron librepensadoras, que rechazaron el matrimonio y que tuvieron una profunda aversión hacia la iglesia. Galdós, de hecho, las describió como “alegría del pueblo y espanto de la autoridad”, y Emilia Pardo Bazán contaba que siempre había dos o tres cigarreras que leían los periódicos en voz alta, y que sus compañeras les abonaban el tiempo de trabajo perdido.
Sabemos que las cigarreras fueron un elemento clave de la vida de Lavapiés desde la década de 1880. Pero, ¿qué se generó a su alrededor? Las cigarreras fueron configurando el paisaje de Lavapiés, haciendo que proliferaran espacios dedicados a los cuidados, desde la infancia hasta la vejez: desde la pucherera hasta el asilo, y haciendo de la Tabacalera una de las primeras fábricas en aglutinar salas de lactancia, guarderías y escuelas. Sabemos que las cigarreras se protegieron las unas a las otras, pero no sabíamos nada de que generaron también un lugar seguro para mujeres lesbianas.
Relatos como éste son los que IMPRESIONES quiere escuchar y recuperar; memorias de un barrio que han quedado invisibilizadas, pero que siguen presentes de una u otra forma. Lo que nos interesa es tejer esa memoria de los afectos y los recuerdos que es la que al final hace que nos vinculemos a nuestras vecinas y a un territorio tan particular como lo es Lavapiés.
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